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Mercedes en playa El Agua 1.960 |
Cabo de Vida.
Según
los entendidos en artes náuticas, cabo
es el término que se utiliza en marinería para denominar a las cuerdas hechas
con fibras de cualquier naturaleza, igualmente, se designa como cabo a los marinos que tienen un grado arriba de los
marineros y se les designa por el puesto que ocupan en la embarcación: cabo de
mar, cabo de cañón,(SALVAT 1978) en este caso quien cuida la línea de vida y
protección del buzo cuando se encuentra en el fondo del mar es su cabo de vida,
Mercedes Alfonzo comenzó en este oficio tan delicado desde
pequeño, aprendiendo de todos los involucrados en el arte de la pesca
submarina. Su padre, Domingo Salazar, había sido buzo y, luego su hermano Marcelino Alfonzo, a quien le unían
estrechos lazos fraternales, lo colocó como su protector cuando le tocaba ir al
fondo.
La vida del buzo era agotadora y arriesgada, horas y horas sumergidos,
respirando por una manguera delgada por la cual le llegaba el aire (oxígeno)
que debía ser insuflado por una máquina compuesta por una gran rueda de metal
con una manilla y un pequeño aparato que hacía las veces de compresor que manualmente no podía dejarse de girar, pues
de otra forma, el buzo podía morir en lo profundo del mar, además podía sufrir de
daño cerebral al ser subido muy rápidamente a la superficie.
Este era el oficio
que emprendió Mercedes, primero con su hermano y luego, al ganarse el respeto
de la comunidad que hacía vida en la costa porlamarense, al ver su capacidad y
grado de responsabilidad, con otros buceadores que confiaron en su habilidad y
probada calidad humana, éstos pusieron
en sus manos su vida para no dejarlos morir allá abajo. Según contaba el propio
Mercedes, la jornada se iniciaba al amanecer cuando se embarcaban en el bote
con todos los implementos necesarios, éstos debían ser revisados antes de salir
para evitar accidentes, luego al llegar al sitio marcado por el patrón del
bote, debía ayudar al buzo a ponerse el
traje de lona pesado, colocarle las botas y asegurárselas a los tobillos,
abrocharle el cinturón hecho con plomo del cual colgaba una bolsa hecha de tela
de saco, para luego colocarle la escafandra y verificar que la manguera estuviera conectada a la máquina, el buzo se colocaba
en el borde de la embarcación y de allí se dejaba caer al agua.
Mientras el
cabo de vida debía comenzar con su tarea de usar la manigueta y vigilar que
durante la caída la manguera no se enredara y no pudiera pasar el aire,
observar el tiempo por cualquier ventolera no prevista y dar señales al buzo
por medio de una cuerda. Estas señales ya eran convenidas entre los dos.
El
buzo extraía las madreperlas, las colocaba en el saco, cuando éste estaba lleno,
daba señales al cabo de vida para que las subiera a la lancha, allí las iba almacenando en grandes cestas de ojo.
Al trasladarlas a la ranchería, un grupo de pescadores abría las conchas, extraía las perlas y las iban colocando a su lado en un envase
lleno de agua, el resto o tripa la cocinaban en grandes cacerolas para ser
consumidas.
Este oficio lo hacía con gran destreza y le llevó a viajar con
Marcelino por las cercanas islas, luego a Colombia, más tarde a Costa Rica, hasta su gran cenit, su aventura con 17 compañeros al Mar Rojo, entre el continente africano y las costas de Asia.
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