EL APRENDIZ DE MAGO. Por Flor M Patiño de V.

En los años 60, cuando se celebraba la fiesta del Valle, como decían en mi casa, mi abuelo Mercedes preparaba un espectáculo de "magia" con un gran número de cosas que había aprendido, casi treinta años atrás, en sus viajes a la India, entre África y Asia..
Ir a la India y no entusiasmarse con los encantadores de serpientes y magos callejeros es como no haber ido. 
Así que, por aquel tiempo, del año 1.935, de su viaje al Mar Rojo, tras una estadía de varios días en algunas ciudades hindúes, adquirió un juego muy especial de "sacar" la suerte a las personas, que transportó con mucho cuidado. OOHH! una cosa asombrosa..!Año a año lo limpiaba y atesoraba con cariño.
Este juego constaba de un atril, pintado en un color rojo brillante, en cuyo centro colocaba un gran frasco transparente, contentivo de tres muñequitos, hechos de caucho, a los cuales colocó el nombre de Teodorito, Dorila y Panchito. Y, uds se preguntarán ¡dónde estaba la magia?, ta tannn...! he allí donde estaba "la magia", pues dichos muñequitos, acataban las ordenes que mi abuelo les daba para sacar el signo zodiacal al gusto del cliente.
El abuelo le decía: - ¡Sube Panchito y tráele el signo a la dama!, y el muñequito identificado como Panchito subía, o para hacerlo más interesante, le daba ordenes a Panchito de no subir, sino que lo hiciera Teodorito, y por supuesto que éste nombrado era el que subía, por lo cual la gente quedaba boquiabierta ante el espectáculo.
Cuando niña, me entusiasmaba saber ¿cómo hacía para que el muñequito que uno quería sacara el papelito fuera y extrajera de su caja dicho signo?. Todavía hoy no lo sé..., Bueno, dicho frasco era recubierto con una tela de terciopelo negro del cual, como un gran turbante hindú, al cual colocaba muchos collares y cuentas de colores que lo hacían aún mas llamativo,coloocaba los papelitos con los diferentes signos del zodíaco.Los ojos curiosos de los más pequeños volaban atendiendo la "magia" que ocurría allí mismo.
 Me acuerdo que mi hermano Reinaldo, el mayor de todos, le acompañaba hasta la plaza del Valle, y allí ayudaba a instalar el pequeño y extraño tarantìn de colores.
 Por supuesto, esta atracción entusiasmaba a muchas personas: hombres, mujeres, niños, todos querían que los muñequitos le dijeran su "suerte", y más, cuando algunos, querían saber cual era el "truco" para hacer subir y bajar a los muñequitos que querías, no el que dijera mi abuelo, el cual complacía a todo el mundo con sus ocurrencias.
Durante horas, algunas personas se estacionaban frente al tarantín de feria, para adivinar cómo hacía el abuelo para manejar a los "pescaditos" del frasco...

El tiempo ha pasado, pero los gratos recuerdos sobre mi abuelo perduran. Hace unos días, mi tía sacò los muñequitos y el frasco de vidrio para enseñárselo a las nuevas generaciones, pero, lamentablemente nadie de la casa aprendió el truco de "hacerlos mover a voluntad", sin embargo están guardados con mucho cariño por lo que representan para nosotros. 

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