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Vida del Dr Josè Gregorio Hernàndez. Recopilaciòn de FPDV.


Nacimiento y primeros años del Dr. José Gregorio Hernández
El Dr. José Gregorio Hernández fue un medico que se dedico a ayudar a las personas más necesitadas, no solo ejerció la medicina también fue profesor y amigo de las persona que convivieron con él.   
 De la unión de Benigno Hernández y Manzaneda de una parte, y Josefa Antonia Cisneros y Monsilla de la otra, romántica unión de unos refugiados en el pueblito de Isnotú del Estado Trujillo, un 26 de Octubre de 1864, nace un hermoso niño a quien se dio el nombre de José Gregorio. Bautizado en Escuque por el padre Victoriano Briseño, fueron sus padrinos don Tomás Lobo y doña Perpetua Henríquez. Aunque venido al mundo en humildes condiciones era de prosapia ilustre, de alcurnia y abolengo proveniente de linajudos solares cantábricos, una de cuyas ramas vino a Venezuela en el segundo tercio del siglo XVIII y echó raíces en la ciudad de Boconó. En 1864 Isnotú era un pueblo de personas humildes dedicadas a la agricultura o al corte de madera.
 La familia del futuro Dr. José Gregorio tenía una posición un poco más elevada en el pueblo, pues el padre, Don Benigno, poseía un comercio, de esos característicos en las zonas rurales en aquellos años. 

No pasaría mucho tiempo antes de que José Gregorio abandonara la tranquilidad de las tierras andinas para continuar su formación académica en la ciudad de Caracas. A la edad de trece años prosigue sus estudios en el Colegio Villegas, uno de los mejores de la época. En esta institución obtiene el título de bachiller en Filosofía, en el año de 1884.




                                                         Universidad
Cuando ingresó a la universidad central José Gregorio tenía 17 años. Durante los dos primeros años de estudios universitarios continuó viviendo en el colegio Villegas, donde aun desempeñaba el cargo de inspector y donde era tratado como un miembro de la familia; pero, en 1884, cuando comenzó a cursar el tercer año de medicina, dejo el colegio Villegas para establecerse en habitaciones alquiladas a los esposos Margarita Patria y Germán Puyou en la casa número 3 de Madrices a Ibarra.


                                               Profesión


Al graduarse en 1888 regresa a su región para ejercer consecutivamente en los estados Trujillo, Mérida y Táchira. Se radicó en Isnotú hasta el 30 de julio de 1889, para ejercer entre los tres estados andinos venezolanos. Cumplida su deuda de servicio con su hogar geográfico, regresa a Caracas donde comienza su actuación como científico, filósofo y filántropo. Al año de ejercicio profesional, por recomendación muy efusiva de uno de sus profesores, el Dr. Calixto González, quien mucho lo distinguía y apreciaba, es enviado a Europa por el Presidente de la República, Dr. Juan Pablo Rojas Paúl, para continuar estudios de postgrado en las universidades de París y Berlín.
 El presidente Rojas Paúl, toma esta decisión como consecuencia de la falta de médicos especialmente dedicados a la experimentación en 1889, decreta que, por cuenta del gobierno, se nombre al joven médico venezolano, de buena conducta y reconocidas aptitudes, para que se traslade a Francia, a estudiar teoría y práctica en las especialidades de microscopia, histología normal y patológica, bacteriología y fisiología experimental, con la asignación de seiscientos bolívares mensuales.

                     
                                        
                                                 


Vocación sacerdotal 

La vocación sacerdotal que según algunos de sus biógrafos había alimentado desde joven junto a la medicina, se había desarrollado de una manera serena, manteniéndose siempre como a la sombra de su fervor profesional. No era el Dr. José Gregorio un hombre a quién se oyera con frecuencia hacer comentarios religiosos, al extremo de que uno de sus amigos cercanos, Pedro César Dominici, se sorprendió mucho cuando en una ocasión, conversando acerca del clero, éste le reveló que pertenecía a una orden exclaustrada. 

No obstante esa discreción con respecto a su vocación y su fé, su deseo de entregarse totalmente a Dios fue siempre en aumento.
 En 1907, después de haberse traído a todos sus familiares a Caracas, y de haber encaminado hermanos así como a sobrinos en dicha capital, el Dr. José Gregorio sintió que ya sus deberes familiares estaban cumplidos. Y como ya se encontraba jubilado de su puesto de catedrático universitario, y además había hecho valiosos aportes a la medicina venezolana y mundial con sus trabajos científicos, consideró que también sus deberes para con su país y con la ciencia habían sido cumplidos, por lo que le era posible entonces llevar a vías de hecho su tan aplazada vocación religiosa. 




El 16 de julio de 1908 llegó el Dr. José Gregorio finalmente a la Cartuja de Farneta. Los preliminares de su ingreso consistieron en un nuevo examen de su vocación que habría de durar varios días.
 En estos días se instruía al aspirante a novicio sobre los pormenores de su vida futura y de todos los detalles de la orden en la que iba a ingresar, al mismo tiempo que se comprobaba si su vocación era puramente religiosa o si simplemente se trataba de reacción pasajera ante circunstancias adversas de la vida de este mundo. 

Una vez probada su vocación, Fray Etienne le lavó los pies, ceremonia previa a ser recibido en la celda por el Prior de la orden. Este lavatorio de pies simboliza que el novicio debe dejar tras de sí al entrar en clausura 'el polvo del siglo' y consagrar su vida a la oración y la devoción. 

El período de postulado habría de durar un mes. Durante ese mes el futuro novicio vistió un manto negro sobre sus ropas civiles al acompañar a los cartujos en todas sus actividades monacales. 
En esos días el maestro de novicios, Fray Etienne, se encargaba de instruirlo en las labores que una vez aceptado en la orden, habría de ser su quehacer diario.




Al cabo de este mes de postulado, probada una vez más la voluntad y la vocación de José Gregorio, el Prior lo propuso ante los frailes de la comunidad para la toma del hábito. 

En la sala del capitulo de la cartuja, el Dr. José Gregorio arrodillado a los pies del Prior, y con las manos de este entre las suyas, respondió a las preguntas que éste le formulaba en latín. 

Una vez concluido el interrogatorio los frailes debían votar con respecto a la aceptación del Dr. José Gregorio como cartujo, mientras el futuro novicio se retiraba a la capilla en espera del resultado. La votación se haría privada y en secreto. Cada fraile debía colocar un grano negro o uno blanco en una urna según fuera su opinión con respecto al ingreso del nuevo novicio en la orden. 

Al contarse los granos se comprobó una mayoría de granos blancos, y en consecuencia el Dr. José Gregorio fue conducido nuevamente a la sala del capítulo, donde hubo de escuchar una nueva alocución del Padre Prior, de rodillas repitió su solicitud de ingreso en la orden, a lo que el Padre Prior respondió: 

"En el nombre de Dios y de la Orden, en mi nombre y el de mis Hermanos, yo os admito entre nosotros; y os prevengo de que hasta vuestra profesión vos sois libre de retiraros, pero nosotros también, de nuestra parte, podemos despediros si vuestra conducta nos desagrada". 

Inmediatamente después le dio el "beso de paz", y seguidamente el Dr. José Gregorio fue a arrodillarse ante los pies de cada uno de sus nuevos hermanos en la orden, quienes a su vez, solemnemente conmovidos, también lo besaron y lo abrasaron. 



                              


                     

Últimos años de la vida del Dr. José Gregorio Hernández 



Posteriormente entre los años 1914 y 1915 dicta clases de Medicina en forma privada y sin remuneración alguna en el Colegio Villavicencio. 

Entre 1915 y 1917 cuando se reabre la Universidad con nuevas normas y cátedras, se realizaron cursos paralelos dictándose cursos alternos; en 1917 viajó a Estados Unidos a estudiar algunas nuevas técnicas de bacteriología, estuvo en Madrid con Ramón y Cajal, regresó en 1918 y fue el primero en mostrar la toma de la tensión arterial en sus alumnos. En este segundo período hubo un mayor rendimiento docente. 

El 29 de Junio de 1919, como todos los días, Dr. José Gregorio se levantó a las cinco, tomó su primer baño del día, rezó el Ángelus, y después se dirigió a la iglesia de la Divina Pastora a escuchar la misa y a comulgar. Como era domingo, no tenía que ir a la universidad, por lo que se fue a visitar algunos de sus enfermos en esa parroquia. Regreso luego a su casa (en el número 3 de San Andrés a Desbarrancado), donde su hermana Isolina le sirvió el desayuno: pan, mantequilla, queso y agua de panela. Después de organizar su consultorio, salió a visitar las casas de sus pacientes, cosa que acostumbraba hacer en las mañanas que no tenía clases, entre las ocho y las once y cuarenta y cinco. Para este recorrido el Dr. José Gregorio iba generalmente a pie. 

Poco antes del mediodía llego a su casa, donde tomó su segundo baño del día como era costumbre. A las doce del día rezó el Ángelus y se sentó a almorzar. Este último almuerzo consistió en sopa, legumbres, arroz y carne acompañados de un refresco de guanábana que le enviara su cuñada, Dolores de Jesús Briseño González, la esposa de César Benigno. 

Para reposar el almuerzo se sentó en la mecedora que tenia para atender a los pobres que venían a verlo durante dos horas todos los días. 

Pasada la una y media de la tarde llego alguien a avisarle de que una señora anciana se encontraba muy grave, el Dr. José Gregorio tomó su sombrero y partió enseguida a visitarla. Esta anciana vivía entre Amadores y carbones. 

Cuando salió de consultar a la anciana enferma, el Dr. José Gregorio, considerandò  que esta era muy pobre decidió el mismo irle a comprar las medicinas que le había recetado y para ello se llegó hasta la farmacia que se encontraba en la esquina de Amadores. 

En la esquina de Amadores y Urapal se encontraba estacionado un tranvía y en el momento en que salía el Dr. José Gregorio de la farmacia con las medicinas otro tranvía subía desde Guanábanos hacia Amadores. Cuando fue a cruzar la calle por delante del tranvía que se encontraba detenido, sin percatarse de que un automóvil se acercaba en esa dirección, sorprendido por la aparición inesperada del transeúnte el chófer no pudo detener a tiempo el vehículo que conducía a 30 Km. por hora y lo golpeo con el vehículo, recibiendo el doctor un fuerte impacto que lo lanzó por el aire contra un poste telefónico; golpeándose en su caída con el filo de la acera. Este golpe de acuerdo con el informe forense es lo que ocasiona la muerte del ilustre médico y siervo de Dios pocos minutos más tarde, púes le fracturó la base del cráneo y le provocó una hemorragia interna. 

Testigo de excepción: la señorita Ángela Páez se encontraba en ese momento asomada a la ventana de su casa el número 29 entre Guanábano y Amadores y pudo ver el accidente. De acuerdo a su testimonio cuando Dr. José Gregorio vio que se le abalanzaba el automóvil, exclamo: "Virgen Santísima". 

Por extraña coincidencia el que conducía el automóvil Fernando Bustamante Morales, iba a ser compadre de Dr. José Gregorio y este había curado en una ocasión a su madre y salvado de la peste a una de sus hermanas. 

En el mismo auto que lo atropellara llevaron al Dr. José Gregorio hasta el Hospital Vargas. Cuando llegaba el coche con la victima ya en estado de coma salía en ese momento del hospital el Presbítero Tomás García Pompa, Capellán de esa institución quién al enterarse del caso regresó justo a tiempo para imponer los Santos Oleos al moribundo 

También en el mismo auto del accidente fueron a buscar al doctor Luis Razzetti, quien habría de firmar el acta de defunción:" además de la fractura de la base del cráneo certificada, tenía una ligera herida en la sien derecha, y un morado en la misma sien, señales del golpe contra el poste de hierro; por la nariz y la boca le brotaba sangre; más arriba de las rodillas tenía una franja morada en ambas piernas". 

Las hermanas de San José de Tarbes fueron las encargadas de la piadosa labor de amortajar a José Gregorio. Una vez examinado y amortajado el cuerpo fue trasladado a la casa de sus hermanos José Benigno, Avelina y Hercilia Hernández, en el número 57 en la avenida Norte, entre Tienda Honda y Puente de la Trinidad. La elección de esta casa para exponer el cuerpo se hizo tomando en cuenta el que era más grande que la del Dr. José Gregorio y como se esperaba una gran afluencia de dolientes en esta casa sería más fácil acomodarlos. 

Sin embargo la reacción popular fue muy superior a lo que se esperaba. La noticia de su muerte fue trasmitida por toda Caracas en cuestión de minutos y el número de personas que se presentó a ofrecer sus últimos respetos al doctor Hernández fue tan grande que las autoridades tuvieron que intervenir para organizar el desfile incesante de dolientes. 

Durante toda la noche estuvieron desfilando pacientes y amistades por la capilla improvisada en la casa de la avenida Norte para ver por última vez al médico y al amigo que tanto bien les había hecho en éste mundo. A las siete de la mañana del día siguiente, se realizó el oficio de difuntos de cuerpo presente el entonces Arzobispo de Caracas Primado de Venezuela Monseñor Felipe Rincón González. A la luctuosa ceremonia concurrieron sus familiares y un gran número de representantes de organizaciones religiosas. 

A las 10 de la mañana del 30 de Junio se inició el traslado del féretro hacia el Paraninfo Universitario. Este habría de hacerse en los hombros de los estudiantes y de sus discípulos. Dos largas hileras de colegas y estudiantes precedían el cortejo fúnebre. Cada uno de estos portaba una corona floral. 

Una vez depositada la fúnebre carga se estableció una guardia de honor en torno al ataúd integrada por cuatro alumnos los cuales eran reemplazados cada media hora. Las ofrendas florales que según algunos sumaban más de mil coronas, fueron colocadas en el salón central del Paraninfo y en otros salones. 

Si grandioso había sido el desfile hacia el Paraninfo Universitario, indescriptible resultaría el desbordante cortejo hacia la Catedral. Toda Caracas se desbordaba en un verdadero mar humano para ver pasar por última vez al que tantas veces recorriera sus calles para llevar salud, consuelo y ayuda. 

Su fama como médico, sus virtudes y su vocación religiosa impactaron poderosamente la opinión popular venezolana. Objeto, desde su muerte, de un auténtico culto, su pueblo natal se convirtió en un sitio de peregrinaje. 
En 1949, se abrió en el Vaticano el proceso de su canonización, habiéndosele concedido, en 1986, el grado de «venerable», penúltima categoría antes de la de «santo». Sus restos son venerados en la santa iglesia de la Candelaria de la ciudad de Caracas. 

El pueblo venezolano que recibió y aún cree recibir los beneficios de su prodigioso apostolado, se ha adelantado con sabia osadía a considerarlo como el santo de su devoción. La Iglesia Católica con su sagrada autoridad ha de confirmar uno de estos días, según el pronóstico de algunos de sus personeros, esa consagración. Vox populi, vox Dei.

fuente: monografias.com.

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